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Barranquilla, Atlántico, Colombia
Primero esencialmente caribe, después ambientalista, arquitecto, avaluador, urbanista. Distribuyo mi tiempo entre dos descansos: el del sopor de la tarde y el de la buena noche. Y, entre los dos, uno que otro cada vez que se puede. Lo suficientemente rápido para que mis hijos me digan ¡La tortuga veloz!

01 agosto, 2009

La educación

Jueves, 30 de julio de 2009 “Aquello que verdaderamente nos educa también nos cura.”
Rachel Naomí Remen.
A veces se comprende tarde, o muy tarde, la esencia –el significado esencial- de un concepto o de una actividad; por ejemplo, la educación. La escuela sirve para adquirir, como fundamento para la misma; responsabilidad y disciplina. Lo demás es su consecuencia. Conocimiento sea como información, como procedimientos o maneras de hacer formulaciones teóricas avanzadas.
Cuando se trabaja en educación uno termina por darse cuenta que detrás de la educación lo que hay es amor. Y, el amor no puede existir sin compasión, disciplina y justicia.
La compasión es un estado del alma que nos hace sensibles a los padecimientos de alguna persona. Es una manera de cariño o amor filial. Tiene la esencia del perdón y la misericordia. La disciplina se sustenta en el orden y la obediencia. Seguir las reglas de la vida sana, moral y éticamente. La justicia como la virtud para dar a cada cual lo que le corresponde. Recompensa o castigo.

Las sandalias del domingo

5:45 de la mañana. No es que quiera levantarme. Me gustaría seguir durmiendo pero los compromisos de palabra hay que cumplirlos. Lo asumí cuando confirme que asistiría al partido de futbol del domingo a las 8:30 de la madrugada. No enciendo la radio pero caliento agua en el micro. Una taza mediana, media cucharadita de instantáneo, expreso lo llaman en otras partes, azúcar especial. Un poco de movimiento con la cucharita para revolver y me lo tomo a sorbos lentos, muy lentos. Saboreados. Muy saboreados. La flaca duerme. La gorda duerme. Los chicos duermen. Seguirán haciéndolo hasta bien entrada la mañana. Reviso las alacenas de la cocina y dejo una nota: - Hay bollo y queso. Nos vemos al medio día. Visto el uniforme del equipo de futbol Arquitectos y encima una sudadera con bolsillos de corredera, y sandalias por comodidad y descanso. La mañana en la calle es cálida y brumosa. El sol se asoma tímidamente por entre las brumas que se resisten. Me digo en voz alta: - De seguro cuando comience el partido será una luna irresistible. Habitualmente tomo taxis para transportarme pero me decido por los buses de servicio público. Tomo una buseta en la 72 para llegar hasta la carrera 54. Ruta Silencio Terminal reza el cartel del frente. Saque la billetera para cancelar el valor del pasaje y me la guardé, al sentarme, o eso creí. Me bajo en la K 54. Viene el bus de la ruta Uninorte. Busco la cartera para sacar el dinero y, ¡oh! Sorpresa ¡No la encuentro! Me devuelvo hacia la buseta que había dejado. Va a media cuadra. Corro o lo intento. Las sandalias no me dejan. Me las quito. Corro descalzo por el pavimento de la calle 72. Alcanzo la buseta una cuadra más adelante. La cartera estaba en la silla. Cartera recuperada. Susto superado. De regreso a la carrera 54 los manes en la esquina me dicen: ¡Viejo! Estás para la maratón. Sonrío. Solo me sonrío. Tomo la decisión de no usar sandalias sino para estar en casa o en la playa.