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Barranquilla, Atlántico, Colombia
Primero esencialmente caribe, después ambientalista, arquitecto, avaluador, urbanista. Distribuyo mi tiempo entre dos descansos: el del sopor de la tarde y el de la buena noche. Y, entre los dos, uno que otro cada vez que se puede. Lo suficientemente rápido para que mis hijos me digan ¡La tortuga veloz!

02 enero, 2012

El secuestro de Diciembre

El secuestro de Diciembre

Es diciembre 31. No soy muy amante de ir al centro de la ciudad. Pero uno de mis proveedores musicales –Almacén registrado de hace más de 50 años, nada de Morgan- me llama para avisarme que ya me consiguió un CD del cual habíamos conversado. Se me dispara la frase.

-         Ir hoy al centro. Me responde como buen comerciante.

-         Usted sabe que si alguien llega y lo quiere se lo vendo.

-         ¡No! Ya salgo para allá.

Y, aunque no me motiva. No me gusta. Estuve en el centro el 31 de diciembre de 2011.   

Es diciembre 31. El centro de la ciudad. Los centros comerciales. Las calles y carreras de la ciudad en las cuales se concentra el comercio, a las cuales se les ha dado por llamar "corredores de actividad económica". Sales a la calle al tal mal o bien llamado espacio publico y te encuentras que en esta época es cuando más parece publico porque en él se concentran los habitantes de la ciudad, de los del área metropolitana, de las poblaciones del Departamento en las cuales no hay grandes almacenes y los que vienen de Santa Marta, Cartagena, Sincelejo, Montería, Valledupar, Maicao, Riohacha, etc. Aunque a todas les han construido carrefoure's y existo's la inveterada costumbre de venir en diciembre a Barranquilla no se pierde. El arraigo es más fuerte que la excelente oferta de los almacenes de las grandes superficies. Si en los días normales del año con los habitantes normales de la ciudad no se puede usar y menos disfrutar del espacio publico como será con la desbordada afluencia de los vecinos. No encuentro la palabra que resuma el conjunto de emociones que me embargan cada vez que las circunstancias me obligan a usar el espacio publico del centro. Ir a la peluquería –Conservo la antigua costumbre de la Peluquería Jaramillo con las viejas sillas de peluquería, el menticol y la loción de Murray y Lahman. No me he podido cambiar para el salón de belleza o al Style. Comprar la bisutería en el centro. Las huacas de la ropa buena, bonita y barata. Todos los "morgan's" del mundo: Cd's, libros, medicinas, afrodisiacos, renueva vida, reconstituyentes de amores perdidos, hacedores de conjugar el verbo "volver", etc. De vez en cuando la vida pública –la que se vive en el centro no la otra- te hace cruzar de manera no tan ingenua el umbral que separa tu legalidad de la violación "moral" de la ley. Son licencias menores – que no deberían darse- en la ciudad en donde impera lo que llamo la "legalidad sospechosa". Las hierbas para el té y las aromáticas. El único, o uno, de los lugares en donde se encuentran es en el espacio público del centro. Más parece Bogotá o New York que la ciudad de La Cueva, lugar de encuentro no en espacio publico del grupo del boom cultural. Te tropiezan y no te dicen: - Disculpe. Se pierde la buena costumbre de los abuelos. Parece otra ciudad con menos valores que la nuestra. Te miran y parece que no te reconocieran, cuando en la ciudad de "las putas tristes" todo el mundo se conoce.

 - ¡Que vaina! Diría mi abuelo.  Es más parece que estuvieras secuestrado. 

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